Desde hace unos días una grata presencia habita las costas del río Santa Lucía, se
trata de ciervos (venados), los cuales habrían sido atraídos por la flora existente en la zona. Autoridades
locales conocen de la presencia de estos animales y ya se habrían comunicado
con los organismos provinciales pertinentes, con la finalidad primordial de
mantener la seguridad de estos animales, debido a la existencia de personas que
realizan caza.
Estudios sobre los venados en Corrientes (Ozotoceros
bezoarticus leucogaster) coinciden en que la especie tendría una población
estimada en 200 a 500 animales, que se distribuiría casi exclusivamente en las
áreas de pastizales ubicadas entre las lomadas arenosas que bordean a los
esteros de Iberá y los bañados del Aguapey. Esta población cuenta con
suficientes ejemplares y hábitat apropiado para poder perdurar en el tiempo,
pero la región está experimentando cambios abruptos que atentan contra su
supervivencia: transformación de los pastizales (su hábitat) en plantaciones
forestales, intensificación de la ganadería y creciente apotreramiento de las
estancias. Si estos procesos siguen avanzando al ritmo actual, la desaparición
total del venado en Corrientes será una triste realidad en un tiempo no muy
lejano. Baste recordar que a fines del siglo pasado se extinguió una población
de estos venados que habitaba los alrededores de Concepción, debido a la
implantación de plantaciones de pino y eucalipto.
Declarado Monumento Natural en Corrientes (lo que le otorga
protección legal así como a su hábitat), dicha declaración no ha pasado del
terreno de las buenas intenciones, pues no se han asignado recursos
administrativos, humanos o logísticos para su aplicación. Hoy en Corrientes los
venados solo cuentan con la única protección que le brindan algunos estancieros
de los campos privados donde viven estos animales. Son ellos los que, de
acuerdo a criterios y voluntades personales generalmente ajenas a la intención
de conservar la especie, autorizan o no la cacería de los venados en sus
tierras, el tipo de manejo de fuego, el tamaño y estructura de sus potreros, la
transformación o no de sus campos en forestaciones, el número y uso de perros
-que habitualmente predan a la especie- en sus tierras, e incluso la
autorización para que investigadores accedan a las áreas habitadas por la
especie. Ante la ausencia del Estado, son particulares los que deciden sobre el
destino de un bien público protegido como lo es el venado de las pampas. Ha
llegado la hora que gobiernos, científicos, entidades conservacionistas y la
sociedad en general, mancomunemos esfuerzos y nos decidamos a actuar en serio,
si queremos evitar la desaparición de uno de los habitantes más carismáticos de
Argentina.
Fuente: web
Foto: Facebook (Tomás Lomonaco)
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